Los límites de Extremadura
¿Se puede dibujar un mapa de Extremadura solo con platos? Yo diría que sí.
Porque la gastronomía no es solo un acto de comer: es una referencia de orientación efectiva, una manera de acercarnos a las personas y también de conocer nuestra historia.
Ahora viajamos para comer. Reservamos mesa antes que hotel y alrededor de ese plato soñado construimos el recorrido de iglesias, calles y paisajes.
De hecho, en este mes se han anunciado tres fiestas declaradas de Interés Turístico de Extremadura con carácter gastronómico: la Feria de la Castaña de Cabeza la Vaca, la fiesta gastronómica de Las Coles con Buche de Arroyo de la Luz y la Feria Agroalimentaria de Valdefuentes. Esto nos ayuda a UBICAR en nuestro imaginario pueblos y platos, algo que nos enriquece, pues la gastronomía es parte de nuestra cultura.
Un pueblo se reconoce también en su plato. El bacalao a la portuguesa en los pueblos rayanos es una delicia, pues lo realizan con pequeños detalles que conoce la población hispano-lusa y que lo hacen único.
Si hablamos de ancas de rana, se mencionará Alange, cerca del pueblo de las roscas de yema, La Zarza. Y es que con los dulces el recorrido se convierte en peregrinación, Técula Mécula de Olivenza, las perrunillas de Coria, el hornazo de Malpartida de Cáceres…
¿Quién no ha dicho “Trujillo” y ha escuchado de vuelta: “ah, la Feria del Queso”? Miles de visitantes llegan a una de las ciudades más bellas de Extremadura atraídos por placer de catar infinidad de quesos: extremeños, de otras comunidades o portugueses.
En otros casos, el recorrido es la comida en sí misma y así vamos a Llerena a disfrutar de la Matanza, a las Jornadas del Gurumelo en Villanueva del Fresno o a la fiesta de la Tenca que nos lleva por varios pueblos de la Mancomunidad Tajo-Salor-Almonte.
A veces el mapa no es solo gastronómico, también lingüístico. Cuando viví en Sevilla, aprendí que lo que para nosotros son caracoles, allí son cabrillas. Y lo que allí son caracoles, aquí son cabrillas. Un enredo delicioso que siempre abre conversaciones en las que conozco historias de las PERSONAS que me rodean dependiendo de a qué lado de ese monte imaginario lleno de cabrillas y caracoles hayan vivido, con una ladera con acento extremeño y la otra con acento andaluz.
Por último, la gastronomía y el recorrido de los alimentos nos sitúan en la HISTORIA de una forma sutil a la vez que asombrosa. Cuándo llegaron, cómo se transformaron y cómo los conocemos hoy en día, es bucear por las costumbres y la vida de nuestros pueblos y ciudades. El pimentón, por ejemplo, llegó de América, un fruto amargo e incomestible que los monjes botánicos del Monasterio de Yuste trabajaron y transformaron hasta conseguir nuestro pimentón de la Vera, con ese aroma intenso y color rojo vibrante que revolucionó nuestra chacina y adobos. Tanto que volvió loco al hijo secreto de Carlos V, que estaba enamorado de este producto hasta tal punto que un día robó pimientos del monasterio y se dio un atracón en crudo que le llevó a tener una diarrea histórica. En su honor, los veratos bautizaron con su apodo “Jeromín” a la variedad más picante.
Ese relato nos recuerda que detrás de cada denominación de origen hay tierra, agua, cultura y saber. Que un sabor puede cruzar fronteras y dibujar mapas invisibles.
Hoy ya no solo comemos para celebrar, sino que ¡celebramos el comer! Y en ese viaje, el paladar se convierte en la mejor brújula.
Si te gusta la gastronomía, la historia y el disfrute, te esperamos en nuestras experiencias. Acompáñame: la próxima ya está disponible en https://trinidadandcoturismo.com/reservar
Fotografía: Trinidad&Co. Cordero (Corderex) con pastel de patatas, AOVE Gata de Hurdes y pimentón de la Vera. Hospedería Valle del Ambroz. Hervás.